Extractos del libro: "Fuego del Paraíso", de Mary Renault

 

El niño despertó al sentir que los anillos de una serpiente se cerraban en torno a su cintura. Se aterrorizó por un instante- la opresión le impedía respirar y le daba la sensación de estar ante un mal sueño-; pero, tan pronto como se recupero, supo de lo que se trataba y empujo ambas manos hacia dentro de la espiral que lo envolvía, la cual se movió. Bajo su espalda, los fuerte anillos se juntaban apretadamente, haciéndose cada vez más delgados. La cabeza del animal se deslizó por sus hombros a lo largo del cuello, hasta que pudo sentir junto a su oreja la lengua viperina...

La serpiente era un secreto que el pequeño solo compartía con la soledad nocturna. El muchacho cambio de lado acariciandola, sintiendo la suave dureza deslizarse entre sus dedos, sobre la piel desnuda. La vivar deposito su aplanada cabeza sobre el pecho del pequeño, como si quisiera escuchar los latidos del corazón El niño recordó que Glauco no era del agrado de su padre y pensó que a él le gustaría que se perdiera. En ese momento, decidió devolverle la serpiente a su madre. El muchacho se encamino hacia los aposentos de Olimpia. En la recamara había una mezcla de olores de lociones para baño, incienso, almizcle...

En la cama cuyas patas tenían incrustaciones de marfil y carey dormía su madre; parecía no haber echado de menos a Glauco. Alejandro miró nuevamente la cara de su madre, dejo caer al suelo su única vestidura, levanto suavemente la esquina de la colcha y, aún unido a la serpiente, se deslizo junto a su cuerpo. Ella le abrazó, ronroneo y hundió nariz y boca en su cabellera, respirando profundamente. La serpiente se retorció violentamente y se deslizo a un lado de los cuerpos que la aplastaban.
- ¿Quién te ha dejado entrar?
- Madre, ¿ cuando te casaras conmigo? ¿Cuándo sea mayor y cumpla los seis?
- Quizá - dijo Olimpia.
- Mira, encontré a Glauco dentro de mi cama.
Retiro un poco la manta y le mostró la serpiente.
- ¿ Dónde la encontraste? Esta víbora no es Glauco. La serpiente te conoce. Esta noche asegúrate de que cuando llegue no sea la primera vez; debe acercarse a ti muy despacio mientras duermes. Fíjate siempre en lo fiel que te es; te conoce muy bien. Ella viene de dios, es tu duende, Alejandro.
- La llamare Tiche- dijo Alejandro. Beberá su leche en mi copa de oro.

Un amigo le regalo, en una ocasión, un perfecto carcaj en miniatura, con su tirante para colgarlo al hombro. Como el tirante era demasiado largo para su corta estatura, se sentó en la cerca del palacio para desabrochar la hebilla y ajustársela. La lengüeta estaba muy dura y la piel de la correa demasiado rígida. Estaba a punto de entrar en palacio para buscar un punzón para aflojar el cuero, cuando un niño un poco mayor que él trepó a la cerca y se sentó a su lado. El recién llegado era un chico hermoso y robusto de cabello dorado como el bronce y ojos gris oscuro.
- Déjame intentarlo, dijo extendiendo la mano.
Su voz era firme y hablaba un griego que iba mas allá de los conocimientos escolares.
- Es nuevo, por eso está tan duro, respondió Alejandro en macedonio, pues su lección de griego ya había terminado.
El extraño se acuclilló junto a él.
- Es idéntico a los de verdad, como los que usan los adultos. ¿Te lo hizo tu padre?
- Por supuesto que no; fue Doríforo, el cretense.
- ¿Por qué quieres desabrocharlo?
- Porque la correa es muy larga.
- Para mí esta bien; pero tú eres más pequeño: yo lo haré.
- Ya lo medí, necesito correrlo dos agujeros.
- Cuando crezcas no podrás desabrocharlo; esta muy duro, pero yo lo desabrochare. Mi padre esta con el rey.
- ¿Y que quiere?.
- No lo sé, solo me dijo que tenia que esperarle.
- ¿Te obliga a hablar en griego todo el día?.
- En casa todos lo hablamos. Mi padre es huésped y amigo del rey; cuando yo sea mayor tendré que ir a la corte.
- ¿Y tu quieres ir?
- No mucho, prefiero estar en mi casa. ¿Acaso no sabes nada de griego?.
- Si puedo hablarlo si quiero, pero dejo de hacerlo cuando me hastía.
- ¿Por qué? Lo hablas tan bien como yo. ¿Por qué te gusta hablar eso? La gente creerá que eres un campesino si te oye hablar así.
- Mi tutor me obliga a usar estas ropas para que parezca espartano; pero yo tengo unas mejores y las uso durante las fiestas.
- Ellos azotan a todos los niños de Esparta.
- Oh, a mí una vez me hizo sangre, pero no lloré.
- No estuvo bien que te golpeara, solo debió avisar a tu padre. ¿Cuánto les cobra?
- Es tío de mi madre.
- Mmm, ya veo. Mi padre contrato un pedagogo solo para mí.
- Bueno, eso te enseña a soportar tus heridas cuando partes hacia la guerra.
- ¿Guerra? Pero si solo tienes seis años.
- ¡Que va! . El próximo mes de León cumpliré los ocho.
- Yo tengo esa misma edad, pero tu no la aparentas; pareces un chico de seis.
- Oh, eres demasiado lento, deja que yo lo haga
Al decir eso le arrebato la correa y el cuero se deslizo nuevamente hacia dentro de la hebilla.
- Estúpido, idiota- le dijo arrancando furiosamente la correa- Ya casi lo había logrado.
Alejandro le respondió en macedonio vulgar, dejándolo boquiabierto. No dejaba de insultarle, y el extraño se limitaba a escuchar atentamente. Luego, disputandose la posesión del carcaj, volvieron a ponerse en cuclillas al igual que al empezar su casi olvidada contienda
- ¡Hefestos! grito alguien desde las columnas del pórtico.
Los caballerizos conducían cuidadosamente, a pie, un hermoso caballo negro con una estrella blanca en la frente. Cuando se exhibieron los demás caballos, los montaba algún jinete para que los posibles compradores pudieran ver su andadura; pero aunque aquel animal evidentemente era presa de la ansiedad, su respiración no era la de un caballo que hubiera sido montado.
- Mira, Tolomeo, mira ése- se oyó que decía una voz a un lado del estrado
- ¡ Ese, señor! - dijo Filónico, forzando la voz hasta el embeleso
-. Ese es Trueno, y si nadie lo ha montado antes es porque es digno de que lo monte un rey..
- Ese es un caballo perfecto- dijo Alejandro.
- Pero es demasiado arisco- respondió Tolomeo
Cuando Filipo se dio cuenta de que era ingobernable, se alejo un poco y camino en torno a el sin dejar de mirarle
- Si, me gusta su estampa. Bueno veámoslo caminar.
Filónico dio unos pasos hacia el caballo; el animal lanzo un resoplido, como si fuera a entrar en combate, forzó la cabeza estirando con el cuello las riendas que sostenía el caballerizo y lanzó unas cuantas patadas al aire: El vendedor maldijo entre dientes y se alejo un poco, conservando su distancia. El mozo apretó con fuerza las bridas y cayeron algunas gotas de sangre del hocico del caballo.
- ¡Mira la embocadura que le han puesto!- exclamo Alejandro- ¡Mira esas púas!
- A un caballo como este se le puede enseñar para que se encabrite antes de entrar en combate y se arroje contra el enemigo- dijo Filotas-
- La forma más rápida de lograr que tu montura caiga muerta bajo tu cuerpo- respondió Filipo bruscamente- es hacer que muestre la barriga
Luego llamo al entrenador real y dijo:
- ¿Lo intentaras Jasón?
El entrenador real caminó frente al caballo diciendo palabras cariñosas y suaves. La bestia titubeó, pisoteó el suelo con las patas delanteras y movió de un extremo a otro de sus cuencas los enormes ojos negros.
- Cógele la cabeza- le dijo a uno de los mozos- ten cuidado; parece un trabajo para hombres.
Luego se aproximo al animal por uno de sus costados, listo para asirse a las raíces de su crin; esa era la única forma de montarlo, al menos que se dispusiera de una garrocha para brincar con ella y caer sobre el lomo del animal. Por fin una sombra pasó rápidamente ante los ojos del caballo; el animal dio un violente brinco, giró y lanzó varias patadas, algunas de las cuales pasaron rozando el cuerpo de Jasón. Ante la visión de este espectáculo el rey se limito a levantar las cejas, preocupado. Alejandro, que había estado conteniendo la respiración, presa de los nervios, le dijo a Tolomeo en un tono de angustia:
- No lo comprara,
- ¿Y quien lo compraría? respondió Tolomeo, sorprendido -. No alcanzo a comprender por qué lo han mostrado. Jenofonte jamás compraría un caballo así. Tú lo decías hace un rato; con un caballo así de nervioso no podrías hacer daño al enemigo, pero él sí te ocasionaría muchos problemas.
- ¿Nervioso? ¿Él?. Si es el caballo más valiente que jamás he visto; es un luchador. Mira dónde lo han golpeado, debajo del vientre. Puedo ver los verdugones. Si mi padre no lo compra, ese hombre lo desollará vivo; ya le adivino las ganas de hacerlo.
- Bueno, Filónico – comentó el rey -, si es lo mejor de tu establo, no perdamos mas el tiempo; tengo muchas cosas que hacer.
- Señor, permíteme un momento. El animal esta nervioso, pues acaba de comer y quiere hacer sus acostumbrado ejercicios. es tan fuerte que...
- Por tres talentos puedo lograr algo mucho mejor que romperme el pescuezo.
- Mi señor, podemos arreglarlo. solo por ser para ti haré una rebaja especial.
- Estoy muy ocupado,
Alejandro grito con su vos aguda:
- ¡ Que desperdicio, el mejor caballo de la feria!
La furia y rapidez de sus palabras le dieron un toque de arrogancia que despertó la atención de todo el mundo. Filipo miro a su alrededor verdaderamente alarmado nunca lo habían puesto en ridículo ante tanta gente.
- Es el mejor caballo que se ha exhibido por aquí, y lo único que necesita es un manejo adecuado
Después de meditar un poco, Filipo concluyo que la insolencia de su hijo no había sido intencionada y preguntó:
- Jasón lleva con nosotros veinte años entrenando caballo. Y tú, Filónico, ¿cuánto años llevas dedicado al mismo negocio?
Los ojos del tratante iban del padre al hijo y de éste a aquél; el pobre hombre se sentía entre la espada y la pared.
-Mmm. Bueno, señor, fui criado para eso.
- ¿A pesar de todo piensas que puedes hacerlo mejor, Alejandro?
- Si con este caballo podría.
- Muy bien si puedes montarlo, el caballo es tuyo ¿Y si no lo puedes hacer? – pregunto rápidamente- ¿Tienes algo que apostar?

FUEGO DEL PARAISO
Mary Renault
Editorial Grijalbo, S.A.
Barcelona, 1987

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