LA PROFUNDA Y PERENNE BELLEZA DE LOS FEOS...
(de izquierda a derecha: Jean Marais -actor- y
Jean Cocteau -escritor y poeta_)
Espero que este título no le moleste a nadie, y que nadie se sienta aludido u ofendido por el. Algunos visitantes de La Ciudad me han reprochado -amablemente algunos y otros con una ira no contenida-, el que demuestre un interés excesivo -o exclusivo- por la estética, por la belleza de los adolescentes con cuerpos perfectos. Se me dice: "¿Y que
hay de los chicos gordos, con gafas y con rostros poco
agraciados? ¿No tienen derecho, ellos también, a amar y
ser amados?" Porque creo que es evidente que nunca -en ningún momento- discrimino a los que no son guapos, o sea: a los feos -¡me estaría discriminando a mi mismo!-, ni defiendo la idea de que: BELLEZA Y JUVENTUD = AMOR = FELICIDAD En absoluto. Y si me apuran, casi estaría por defender la tesis contraria, si no fuese por temor a caer en dogmatismos estúpidos. El que yo construya La Ciudad con materiales nobles no significa en absoluto que la construya solo para jóvenes efebos, ni que les niegue el amor y la felicidad a los feos. Y en cuanto a mi ayuda, mis afectos y mis amores se refiere, tampoco los limito exclusivamente a los guapos: puedo dedicarle tanto tiempo a mi amigo Poncho -que se autocalifica de feo- para ayudarle a resolver sus problemas de identidad, como a Pepe -el guaperas- al que su belleza no le ha procurado, hasta la fecha, ni el amor ni la felicidad a los que él apela con tanta ansiedad.
Quisiera comentaros dos casos. El primero, de un buen
amigo mío, treintañero, que creyó haber tenido la
suerte de su vida al conocer, hace un par de años, a un
chico joven y guapo como los propios ángeles. Desgraciadamente, en la
vida real se dan pocos Antinoos, y el inconveniente de
ser tan bello es que, a cada paso, a cada minuto, hay
alguien que intenta seducirte... y no todos los jóvenes
saben apreciar o valorar lo que tienen, y resistirse a
los intentos de seducción que les llueven de todos
lados, por ser tan guapos y atractivos. Entre sollozos, Manuel me
decía: - Aunque, a su manera, me siga queriendo, yo no
estaría ya a gusto con él, porque no sabría nunca,
cuando está conmigo y me dice "Te quiero", si
le está mintiendo a él o si me esta mintiendo a mi... No quiero decir con esto que todos los chicos hermosos sean forzozamente promíscuos e infieles, por el simple hecho de estar siempre muy solicitados. Algunos habrá, supongo -quiero creer en ello- que sepan apreciar el amor que tienen y que no se dejen embaucar por otros cantos de sirenas. El segundo caso que os
quería comentar es el de una pareja de homosexuales que
tuve la suerte de conocer, hará unos veinte años. Les
visité por motivos profesionales y así conocí a
Jacques, un gran decorador belga, hombre encantador de
unos 50 años, bien parecido y atlético. Jacques y Pedro me dieron
la imagen de lo que debía ser una pareja y la medida de
lo que podía ser el amor entre dos hombres. Sé que existe una
belleza interior que es mucho más profunda y duradera
que la belleza de los cuerpos, por muy perfecta que esta
sea. Y por eso no desprecio ni menosprecio, en absoluto,
a los chicos que no tienen esta belleza física, esta
belleza formal de portada de revista. Este es el mensaje que quisiera transmitir a muchos jóvenes que pierden el sentido ante una cara bonita o un cuerpo musculoso. Y por eso hoy me permito deciros:
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