Entre reinas y puñales
traza el dedo mi camino.
Entre joyas de arrabales,
ha de seguir mi destino.
El segundero avanza,
de noche, de día, en lontananza
la veo ahí, estática,
la misma mirada apática.
En una sucia cama de púas
talvez los sudores fundan,
el blanco néctar fluya,
el falo nos caliente...
Mientras el corazón que ya no siente
en el cuévano del cuerpo,
sintiendo avanzar el cerco,
con una lágrima, se entregue a la muerte.
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