Yo era entonces
un adolescente de 16 años.
En mi casa me tenían encerrado en un
sistema demasiado estricto y rígido por
lo que, en pleno desarrollo, mi mundo
estalló: una rebeldía totalmente
incontenible se apoderó de mí
haciéndome romper con todo y hasta
incluso perdí mi año escolar por ello.
No tenía amigos:
todas las personas con las que trataba
eran mayores que yo, excepto claro mis
compañeros de estudio, pero había tanta
hipocresía en los colegios que no me
sentía a gusto con ellos. Así que
empecé a relacionarme con otros chicos,
vecinos de mi barrio y de mi misma edad,
algunos incluso menores que yo.
Jugábamos, nos divertíamos, hacíamos
travesuras... en pocas palabras: trataba
de recuperar el tiempo perdido.
Fué entonces
cuando conocí a Pablo, un año menor que
yo, y a su hermano Erick que, por aquel
entonces, debía de tener unos 11 años.
Era un niño trigueño, de pelo castaño
oscuro, con unos ojos negros muy bonitos.
Mi relación con ellos comenzó a
estrecharse, y llegamos a organizar
pequeñas excursiones a la azotea de mi
primo donde pasábamos la noche juntos,
en una tienda de campaña. Algunas veces
incluso jugabamos desnudos en la pileta
de mi casa.
Erick era uno de
los más pequeños del grupo, por lo que
casi siempre me tocaba a mi andarlo
cargando para que no se rezagara en las
caminatas al campo.
Ciertamente me
llamaba mucho la atención y, lo confieso
ahora, lo miraba con buenos ojos. Pero
núnca había sucedido nada y no me
hubiera atrevido a decirle nada tampoco
de no ser por lo que pasó aquel día...
Andábamos que daba asco, después de una
caminata a un cerro cercano, y nos
duchamos en mi casa. Nos estábamos
cambiando de ropa en mi habitación
cuando, de pronto, aprovechando un
momento en el que nos quedamos solos los
dos, Erick me dió un beso en los labios.
Fué un beso furtivo, infantil, sin
malicia, pero sincero y cálido como
sólo los chicos de esa edad pueden dar.
Me quedé pasmado, sin saber como
reacciona, y ese día no pasó nada más.
Pero empecé a
fijarme más en él y en su
comportamiento hacia mí y descubrí que
me hacía sentir feliz el que siempre
buscara mi apoyo en todas las cosas.
Una de las veces
que dormímos en la azotea de mi primo,
cayó una tormenta de mil demonios y mi
tienda de campaña, que se suponía que
era impermeable, se mojó al punto de
parecer una alberca. En medio de la
lluvia y de la oscuridad, optamos por
entrar en la casa y, una vez en el cuarto
de mi primo, nos desnudamos y nos
acostamosen dos colchones de la misma
cama.
A Erick le prestaron una playera grande
con la que se veía muy gracioso, pero yo
dormí desnudo. Todos nos habíamos visto
antes y no había mucha pena.
Él se apoyaba mucho en mí sin
importarle que los otros lo sintieran y,
sinceramente, me gustó mucho que lo
hiciera...
Tanto que, en cuanto tuve la oportunidad,
acaricie su cuerpo y lo abracé por
detrás, queriéndome dormir así; pero,
como no era posible, el se dió la
vuelta... Entonces, por primera primera
vez, nos besamos con toda el alma, con
pasión, despacio, muy despacio como no
queriendo acabar nunca.
Nuestra
"relación" duró cerca de 3
años y hasta me cambié de colegio
para ir al de él.
Vivimos muchos y muy felices momentos
juntos, besándonos, a solas y a
escondidas, a media noche, en el patio
trasero del colegio. E hicimos el amor
muchas veces, y digo "hacer el
amor" porque eso era: amor; no
simple sexo, sino verdadero amor,
sentimientos compartidos y cuerpos
enlazados en un nudo de pasión.
Siempre lo hacíamos movidos por algo que
sentíamos brotar del corazón, y cuando
a veces a uno de los dos no le apetecía
hacerlo, el otro lo respetaba y pasabamos
entonces la tarde entera tendidos juntos
en la cama, platicando o escuchando
música.
Él lo sabía
todo de mi, y yo todo de él, pero en ese
tiempo jamás supe lo que éramos en
realidad: no tenía idea de lo que era
ser homosexual, solo sabía que lo
quería más que a mi vida, que lo amaba
con locura, con desesperación y no
podía soportar la idea que, algún día,
el reaccionase y se arrepintiera de lo
que estabamos haciendo.
Los miedos siempre se convierten en
realidades palpables si no te cuidas y
así fué...
Cuando salí del colegio, después de la
graduación, nuestros encuentros se
espaciaron: la Universidad no me dejaba
mucho tiempo libre, y a esto sesumaba el
que yo tenía que empezar a trabajar... y
lo fuí perdiendo poco a poco.
En tres años de
relación él tres veces me dijo:
"TE QUIERO"... y a menudo,
cuando me hacía falta seguridad y le
preguntaba, me respondía cerrando los
ojos y besándome la boca con ternura.
Intenté una vez empezar todo de nuevo,
pero había algo distinto en él. No
quise insistir. Pensé que el tiempo
sería el mejor consejero... Pero ahora
sé que fué mi verdugo.
Han pasado dos
años y cinco meses desde entonces, y no
he podido encontrar en el mundo a alguien
que aprecie tanto como a él o por el que
sienta ese especial afecto que le tenía.
El acné propio de la edad lo ha hecho un
poquitín monstruito, pero aún así lo
amo.
Solo recuerdo lo
que un adagio popular reza:
"Si
amas algo, déjalo libre, si regresa es
tuyo, si no... ¡Núnca lo fué!"
A Erick, con el
mismo cariño de siempre.
José-Angel
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