11/12/05

LA CALLE
(primera parte: "un encuentro en la noche")

"Baja a la vida real, mira en tu calle, a tu alrededor..."


 

Estabamos todavía en Hogueras.
La noche de San Juan no había salido de casa pero, al día siguiente, me apeteció asistir a los fuegos artificiales, a orillas del mar.
El espectáculo estaba tanto en el cielo, rasgado por los relámpagos y los truenos de pólvora, como en la misma playa donde miles de personas, de todas las edades y de todas las clases sociales, se habían congregado para sucumbir a la magia del fuego.
No podía dejar de admirar los cuerpos semi desnudos de algunos jóvenes que, a pesar de la hora, no habían dudado en zambullirse en el agua para escapar del agobiante calor reinante.
Intenté fijarme más en los chicos que pasaban a mi lado, y la verdad es que algunos de ellos respondían a mi mirada con otra mirada no menos insistente, pero iban acompañados por amigos o familiares, y esto no nos dejaba ningún margen de maniobra.
Una vez concluidos los fuegos artificiales, toda esta muchedumbre empezó a disgregarse en verdaderos ríos humanos que refluían hacia los barios, en los altos de la ciudad.

La idea de volver a casa no me seducía mucho, así que empezé a dar vueltas por el centro: la explanada, el puerto, el barrio, la zona; quería andar y andar, hasta sentirme roto de cansancio.
Así, sin darme cuenta, se me hicieron las tres de la madrugada. Las grandes avenidas y los paseos se habían ido vaciando de su contenido humano paulatinamente y no tenía mucho sentido ya seguir vagando, aunque el deambular de noche por las calles desiertas haya tenido siempre, para mí, un especial atractivo.
Pero había que volver, así que cogí el coche y me dirigí por la calle Alemania hacia la calle Juan Bosco, donde sabía que había una discoteca gay, aunque nunca había entrado en ella. Tampoco tenía intención de entrar hoy.
Son sitios que te atraen, como el Cabo, pensando que, algún día, te encontrarás con alguién que sea el amor de tu vida (pero claro, si no entras, tampoco hay muchas probabilidades de encuentro).

No había una alma por la calle pero seguí. Inesperadamente, un poco antes de llegar a unos grandes almacenes, ví a un chico que andaba con paso tranquilo por la acera de la izquierda a unos cincuenta metros delante de mi. Parecía alguién que volvía a su casa, sin demasiadas prisas, después de una noche de marcha. Aminoré la velocidad de mi vehículo y, al pasar a su lado, le miré bastante descaradamente; el me miró también, sin apartar la vista ni un segundo. Seguí unos metros a poca velocidad. Las preguntas se atropellaban en mi mente: ¿quién sera? ¿qué hacer: pararme, seguir, huir como siempre?
Sin pensarmelo mas, paré el coche en segunda fila unos metros más allá y observé al chico por el retrovisor. Estaba casi seguro de que cambiaría de acera, o seguiría su camino aligerando el paso y sin prestarme la más mínima atención.
¡ Pero no !
Siguió con el mismo paso tranquilo, pasó por mi lado, continuó unos metros y luego, como si se le hubiese olvidado algo, volvió hacia mi y, acercándose a la ventanilla, me preguntó si tenía cigarrillos.
Son esos momentos en los que lamentas haber dejado de fumar... Si le contestaba que no, se iría y no tendría más oportunidades de hablar con él. Así que le contesté lo más tonto que podía haberseme ocurrido: "no tengo cigarrillos pero puedo invitarte a tomar una copa, si quieres...".
Se lo pensó dos segundos y, mirándome de nuevo a los ojos, me dijo que bién, que no tenía que volver a casa hasta las cinco y, con la misma flema, se subió al coche.

(sigue a segunda parte)

 

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